Soy ingeniero con corazón de Administrador de Servicios. Tengo más de 15 años de experiencia gerencial y he podido liderar prácticamente todas las áreas relacionadas con la gestión de servicios en Telefónica del Perú. Estoy convencido de que podemos transformar los modelos de servicio y convertirlos en fuentes de aprendizaje y adaptación, así como en generadores de bienestar y desarrollo económico. Tengo un máster en Administración de Negocios y actualmente soy docente del Programa de Administración de Servicios de la Universidad de Piura. En este blog compartiré experiencias, casos reales y aspectos claves de la administración de servicios. Mi objetivo es contribuir a revalorizar el sector y convertirlo en una verdadera palanca del crecimiento económico.
Hace algunos días, me hicieron esta simple pregunta: ¿qué es una empresa y cuáles son sus objetivos? Las primeras palabras que vinieron a mi mente para responder esa pregunta fueron: personas, propósito y beneficios. Creo que con ellas se puede comenzar las reflexiones para construir una definición de lo que es una empresa.
En primer lugar, una empresa es un conjunto de personas que se ponen de acuerdo para realizar actividades juntas, con la finalidad de conseguir un resultado que no hubieran podido lograr de manera individual. Existe pues este acuerdo para cooperar, para compartir esfuerzos, para crear algo que tendría que ser de interés de todos los que conforman la empresa.
Exploremos este aspecto. Al inicio, cuando alguien crea una nueva empresa, busca personas con quienes asociarse, ¿a quiénes elegir? Dependiendo del tipo de actividad que realizará la empresa, lo lógico es buscar socios que tengan algún recurso necesario para el éxito de la empresa. Pueden ser recursos tangibles como equipos, locales, materiales, dinero; o recursos intangibles como conocimientos, competencias, habilidades o contactos.
Sin embargo, existe algo más importante que los recursos, una condición clave para poder trabajar juntos. Esta condición es la confianza, ¿con quién está dispuesto a asociarse para compartir una nueva aventura?, lo más probable es que prefiera a gente íntegra, que cumple lo que promete; porque sabe que tiene los recursos para hacerlo, pero sobre todo porque percibe que tiene los valores humanos que le permitirán confiarles aspectos valiosos de su empresa, con la tranquilidad de que no le defraudarán.
Algo similar sucede cuando se selecciona personal para una empresa o cuando se evalúa a un nuevo proveedor. Al final, la decisión se basa en determinar si los valores del candidato coinciden con la cultura de la compañía, si comparten los intereses y si es alguien en quien pueden confiar.
Compartir intereses es un elemento que ayuda a construir relaciones de largo plazo. Esto me lleva a la segunda palabra, ‘propósito’. Se ha comprobado que, cuando se trata de movilizar a las personas hacia un objetivo común, el porqué del proyecto es más importante que el qué o el cómo. Los colaboradores apoyan más decididamente un trabajo cuando le encuentra un sentido de propósito, cuando entienden las razones por las que se quiere realizar el trabajo y sobretodo cuando comparten esas razones, cuando tienen las mismas creencias y aspiraciones.
Los integrantes de un equipo de trabajo deben tener diferentes puntos de vista, competencias y habilidades; de esta manera, pueden complementarse entre ellos y eso incrementa la creatividad del equipo, pero, si comparten un mismo propósito, entonces cada quien aporta lo mejor de sí para lograr objetivos comunes.
Lo mismo sucede a nivel de una empresa, el propósito de la empresa, la razón por la que existe, es un aspecto clave para lograr alineamiento y conjunción de esfuerzos. Esto no solo es importante para los integrantes de la empresa, sino también para los clientes externos. Si los clientes comparten las aspiraciones e intereses de la empresa, entonces se facilitará el desarrollo de un vínculo de confianza a largo plazo con la empresa.
Finalmente, ¿cuáles son los objetivos de una empresa?, es aquí donde encaja la tercera palabra, ‘beneficios’. La finalidad de una empresa es generar una utilidad o beneficio para sus clientes, a cambio de obtener un beneficio para los dueños e integrantes de la empresa.
Los clientes externos obtienen un valor al utilizar los productos o servicios que vende la empresa. Conviene ahondar un poco más en este concepto, si los productos están en almacén o en una tienda de exhibición, su valor real es cero. Cuando el producto es vendido, aparece un intercambio económico basado en el precio que paga el cliente. Sin embargo, el valor al que me refiero se genera después, en el momento en que el cliente está utilizando el producto; es en ese momento en que el cliente percibe e identifica si ha obtenido un beneficio o utilidad. En la medida en que logremos generar esa percepción de beneficio de parte del cliente, entonces se fortalecerá el vínculo entre el cliente y la empresa.
Esta generación de valor sólo tendrá un sustento y continuidad en el tiempo, si adicionalmente implica generar un beneficio para las distintas personas que integran la empresa. El beneficio no es solo económico, existen otros atributos que un accionista o un trabajador valoran. Por ejemplo, el desarrollo personal, la oportunidad de trascender y aportar valor al desarrollo de la sociedad, etc.
Ampliando este punto, las empresas deben tomar conciencia de que también tienen la oportunidad y responsabilidad de generar un beneficio para la sociedad en la que operan y esto generalmente está relacionado con mejorar la calidad de vida de las personas.
Tomando como base estas reflexiones, puedo concluir que, una empresa ideal es un conjunto de personas que han desarrollado una relación basada en la confianza, que comparten un propósito común y que se ponen de acuerdo para realizar actividades juntas, con la finalidad de generar un beneficio o utilidad para sus clientes, para las personas que integran la empresa y para la sociedad en la que operan.
fuente: blog diario gestión
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