Por Manuel Arboccó Psicólogo y catedrático
Leía el diario dominical y veía con mucha preocupación que, según una última encuesta electoral urbana, los limeños valoran más la experiencia de gestión que la honradez, al elegir a un candidato
al momento de votar. La distancia era de cerca de 30 puntos por encima.
Estando muy cerca de un nuevo proceso electoral en la capital, vemos cómo la masa de votantes acepta el peligroso “roba pero hace obra”, olvidando que al votar por un candidato estamos eligiendo a un equipo que dirigirá los destinos de una ciudad, y en este caso, de Lima, la capital.
Además de elegir a quien será la cabeza de ese equipo, necesitamos a un personaje que, además de inteligente y buen administrador, sea transparente, derecho y que combata la trampa, la corrupción, el delito, lo chueco.
Desde los griegos, se sabe que el mejor gobernante debe ser el más virtuoso y el de más méritos.
Pero a la masa popular parece no importarle y casi sin dignidad acepta que estos personajes roben (a niveles alarmantes) con tal de que “por favor” hagan obras, es decir, que trabajen. ¡Pero si es para que trabajen que los elegimos!
El hecho de que algún alcalde o congresista o presidente regional “haga obra” no es algo que debamos tomar como una gracia o como un favor a nosotros. Es su deber, para eso se le paga (y no poco) y para eso se han lanzado como candidatos.
Pero el pueblo (este pueblo que consume televisión basura y ya no lee) no considera esto como requisito indispensable al elegir.
No debemos olvidar que todo político electo tendrá poder y darle poder a un corrupto o a una corrupta es no solo peligroso, sino también inmoral y hasta estúpido y autodestructivo.
Robar le hace daño no solo a nuestra ya endeble moral nacional, sino además genera millones de dólares en pérdidas al país.
Ahí están las cifras. ¿O será que esos mismos electores que hoy aceptan el robo y la transa guardan dentro de sí a un pequeño ladrón esperando sigiloso alguna oportunidad para aparecer?
Quiero terminar estas líneas con una frase del maestro Rubén Blades: “El poder no corrompe, desenmascara”.
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