La visión de muchos empresarios respecto a su propia empresa es que ésta continúe de generación en generación y perdure así en el tiempo.
Esta visión se traduce en el deseo de dejar a su familia algo más que una herencia de bienes materiales y económicos, en el deseo de dejar un legado que tenga la capacidad de vincular a las futuras generaciones con el pasado, un proyecto familiar-empresarial.
Con el fin de lograr esta visión centrémonos por un momento en dos aspectos interesantes de la persona. Primero en su sentido de propiedad y segundo en su identidad.
La persona, al tener una dimensión física, que es su cuerpo, tiene la necesidad poseer cosas materiales. Al mismo tiempo, al tener una dimensión espiritual es capaz de tener, de poseer ideas, sueños, de inventar, de tener pensamientos, etc. Nos damos cuenta que el ser humano por naturaleza desarrolla, al poseer, un sentido de propiedad.
Por otro lado el ser humano, un ser social, vive en relación con los demás y con lo que le rodea. Es así que cuando nos presentan con alguien, decimos “soy el esposo de…, el hijo de…, el padre de…, el amigo de…, el socio de…”, es decir que, para darnos cuenta de quienes somos, nos ponemos en relación con otras personas. Así nos identificamos con alguien o algo.
El empresario, fundador de una empresa, al buscar mantener el negocio en manos de la familia necesita desarrollar en los miembros de la familia este sentido de propiedad e identidad con la empresa. Necesita construir lo que se denomina una propiedad emocional.
Es lo que hace que los hijos se refieran a la empresa familiar como “su” empresa, deja de ser algo lejano e impersonal para hacerla suya. La empresa se convierte así en parte de su identidad.
Así comprendemos que desarrollar una propiedad emocional en los miembros de la familia puede representar un factor determinante en la continuidad del proyecto familiar-empresarial, como generador de unidad y compromiso con la empresa.
Al desarrollar la propiedad emocional entre los miembros de la familia, lo que ocurra en la empresa les afectará. Al verse afectados y percibirse propietarios se genera otro importante sentido, el de la responsabilidad por lo propio, generando compromiso, motivando a tomar un papel activo en la empresa. Un deseo de querer participar positivamente, buscando no sólo el éxito momentáneo sino que el negocio perdure, motivando a pensar en el largo plazo.
Para asegurar esta continuidad corresponde al fundador el pensar en estrategias y planes de acción orientados a potenciar y gestionar la propiedad emocional e identificación con la empresa entre los miembros de la familia. Por esta razón es conveniente ir trabajando con los miembros de la familia en cuatro temas clave para la generación de vínculos positivos con la empresa: Conocimiento de la empresa, relaciones familiares-laborales, integración y participación.
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Pablo Dominguez. Es profesor de Dirección General en el PAD -
Escuela de Dirección de la Universidad de Piura - y su campo de investigación es la Dirección de Empresas Familiares así como otros temas: innovación y emprendimiento. Así mismo es consultor y
asesor de empresas. Tiene una maestría en "Economía y Dirección de Empresas" en el IESE -Instituto de Estudios Superiores de la Empresa de la Universidad de Navarra-; y es candidato a Ph.D en
Filosofía de la Acción Directiva en la misma universidad. Las empresas familiares constituyen para él un importante sector en las economías
de países como el nuestro. Sin embargo, es consciente
de que, a lo largo del tiempo, atraviesan una serie de dificultades por no tener previstos buenos sistemas de gobierno familiar y empresarial que respalden el traspaso de una generación a otra.
Este blog pretende ser una fuente de consulta y diálogo para aquellos miembros de empresas familiares que quieran dar sentido a su firma, que oriente sus inquietudes sobre cómo conducir la
dirección de este tipo particular de empresas sin quebrantar la unidad familiar, preparando el camino a las futuras generaciones”.
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