“Subir el impuesto a la renta es un desincentivo para la inversión y la formalización”.
Una gran confusión reina en el gobierno en materia tributaria. Como para compensar los ingresos que casi con seguridad se perderán si es que el Congreso aprueba la reducción del IGV –un efecto que este economista no considera necesariamente indeseable–, el ministro Alfredo Thorne viene proponiendo subir el impuesto a la renta que pagan las empresas al 30% de las utilidades. Mientras tanto, el presidente Kuczynski anuncia en una entrevista periodística un aumento del drawback, que es una devolución de impuestos para los exportadores. Que los “más ricos” paguen más, dice el ministro; pero no si son exportadores, lo corrige el Presidente.
Subir la tasa del impuesto a la renta supone derogar una ley promulgada en el año 2014 que dispuso una reducción progresiva: primero al 28% que rige en la actualidad, luego al 27% a partir del próximo año y finalmente al 26% del 2019 en adelante. Desde el punto de vista de la institucionalidad, no parece lo más conveniente truncar ese proceso; es como decirles a los inversionistas, grandes y chicos, formales e informales, nacionales y extranjeros, que en el Perú no hay que confiarse de las señales que dé un gobierno porque el que lo siga podría desconocerlas.
No hay, por otra parte, evidencia que demuestre de manera contundente que la reducción del impuesto a la renta al 28% a partir del 2015 haya reducido la recaudación; ni, por lo tanto, que una reversión al 30% la vaya a incrementar. Es verdad que los ingresos del gobierno por impuesto a la renta de personas jurídicas bajaron de 25,000 a 20,500 millones de soles entre el 2014 y el 2015, según cifras del Banco Central de Reserva. Pero en el 2014 hubo ingresos extraordinarios en los meses de agosto y noviembre, en los que se recaudó casi el doble que en los otros diez meses del año, algo totalmente atípico. Si quitamos esos ingresos extraordinarios, podemos decir que la recaudación del impuesto a la renta empresarial ya venía cayendo en el 2013 y el 2014, o sea, mucho antes de que la tasa bajara al 28%.
¿Qué ha pasado después? Comparando los primeros siete meses del 2014 con los primeros siete del 2015, vemos que la recaudación bajó de 13,400 a 12,000 millones. Una regla de tres simple nos dice que, en el peor de los casos, solamente dos terceras parte de esa caída, unos 800 millones de soles, se deben a la reducción de la tasa del impuesto. Nada que justifique dar marcha atrás. Menos aun considerando que en los primeros siete meses de este año la recaudación más bien ha subido en 10%, acercándose ya a lo que se recaudaba hace dos años, pero con una tasa más alta.
Las cifras de la Sunat son un poco diferentes que las del Banco Central, pero también muestran una caída en la recaudación del impuesto a la renta de tercera categoría, o sea, el que grava las utilidades empresariales, que se inició en el 2013 y que no es atribuible, por lo tanto, a la reducción de la tasa del impuesto. Esa caída continúa en el 2014 y el 2015, y se revierte en el segundo trimestre de este año.
No hay, pues, razón suficiente en este momento para subir la tasa del impuesto a la renta. Siempre es un desincentivo para la inversión y, cómo no, también para la formalización. El Perú debe avanzar en dirección a un sistema impositivo simple y neutral. Por lo que vemos hasta ahora, este gobierno se está apartando de ese camino.
Fuente: Diario El Comercio
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